-Kai,
¡no!- dijo Mary mientras la seguía fuera de casa.
Cuando
la abuela, salió, el abuelo con cara de poker me sirvió un café.
-¡No,
no!- le dije- Después de fastidiarnos y decirnos a mi madre que es adoptada,
¿piensas que me beberé un café que has hecho tu? Seguro que lleva alguna cosa
tóxica que provocará mi muerte.
Por
primera vez el abuelo estuvo a punto de llorar y me dijo:
-Aibeleen,
soy tu abuelo y que no tengamos la misma sangre no lo cambia.
-Tienes
razón, continuas siendo mi abuelo pero no sé si quiero tener uno que sea un
secuestrador.
-¿¿QUÉ??-
dijo el sorprendido.
-Ahora
no te hagas el despistado, ¿cómo conseguisteis a mamá si no? Seguro que la
cogisteis de un parque donde estaba jugando tan feliz, sin saber lo que le
esperaba.
-Aibeleen,
te estás equivocando, la abuela y yo no somos unos delincuentes, no
secuestramos a tu madre, ¡la adoptamos!
En ese
momento me sentí estúpida, des de que había salido de la universidad sólo había
pensado que los abuelos eran unos secuestradores, ¡ni se me había pasado por la
cabeza que la habían adoptado! La cara me cambió por completo, ya no estaba
enfadada por no haber explicado esto de
mi madre, sino que me sentía avergonzada y estúpida. ¿Cómo había podido pensar
que mis abuelos, que no matarían ni a una mosca, eran unos secuestradores?
-Abuelo,
lo siento, es que yo pensaba que…
-Aibeleen,
todas las cosas pasan por una razón, y la adopción de tu madre también.
Me dijo
que le acompañase al sofá donde de pequeña me explicaba el cuento de Cenicienta
antes de ir a dormir y me dijo:
-Aibeleen,
¿ves ésta casa? ¿Y éste barrio? Mucha gente dice que es peligroso, que la gente
de éste lugar es violento, pero las apariencias engañan.
-Abuelo,
¿qué quieres decir con esto…?
Y
entonces el abuelo me explicó la historia:
-Todo empezó hace ahora 50 años, la abuela y
yo nos conocimos tres años atrás y después de todos los problemas que tuvimos
para poder estar juntos, al final nos casamos. Cansados de la gente de nuestro
alrededor, nos mudamos lejos, donde no les viésemos nunca más, pero el que no
sabíamos era que íbamos a un sitio aún peor de donde estábamos.
Escritora @AinaRib
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