Después
de hablar sobre la nota con el profesor, cogí un taxi y me fui a casa de mis
abuelos, pero esa vez era para que parasen de mentirnos y que me dijesen la
verdad.
Durante
el trayecto de Columbia hasta Harlem, estuve pensado la razón por la cual los
abuelos no nos habían explicado la adopción de mi madre, puede ser porque
habían sido unos secuestradores….¿Podía ser que habían secuestrado la madre de
una familia feliz para llevársela y hacerla suya? No podía ser que fueran
criminales, eran demasiado buenos para serlo, ¿o no? Des del primer momento que
me subí al taxi, me arrepentí de mis actos: una parte de mi decía que puede que
lo mejor sería dejarlo estar y hacer ver que no sabía nada (así evitaríamos problemas
y nuestra familia continuaría unida); pero la otra parte decía que mi madre se merecía
saber quien eran sus padres. Al final, por desgracia ganó la segunda parte.
Era un
día de primavera, parecía marzo cuando el secreto salió a la luz. Las flores
del jardín ya había florecido y se veía una mezcla de colores alrededor de la
casa de los abuelos. Cuando llegué, observé la casa detenidamente recordando
todos los buenos momentos pasados allí durante mi infancia, y por enésima vez tuve
la idea de rendirme, pensando que al fin y al cabo si los abuelos no habían
dicho nada sería por una buena razón, pero al final la curiosidad me pudo.
Cuando
entré, escuché unas risas que venían de la cocina y entonces vi que mamá estaba
allí, no era el que tenía pensado, no quería que mi madre se enterase así, pero
sabía que si no lo decía en ese momento no tendría el coraje de decírselo otro
día. Así entonces, entré en la cocina preparada para las consecuencias de mis
futuros actos.
Escritora @AinaRibe
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